Sename: el abandono de los niños con enfermedades mentales
Son los niños más vulnerados del sistema. Han sufrido violencia, abandono y brutales situaciones que incluso, los han llevado a la muerte. Estas son sus historias.
Carolina Urquieta
Pablito tiene 10 años. Los últimos 4 los ha pasado en una de las residencias transitorias que colaboran con el Servicio Nacional de Menores (Sename). El hogar es de la corporación María Ayuda, donde fue enviado por un tribunal que consideró que estaría mejor allí que con su familia.
El niño es fruto de un incesto, lo que generó que su madre lo rechazara desde que nació.
“El abuelo es el que viola a la madre cuando era adolescente. Ella desde el primer momento siente rechazo a este niño, no lo cuida, no lo protege. Lo empiezan a maltratar otros adultos y ella no siente que tenga un deber con él. Es brutalmente maltratado de manera crónica hasta que llega a la residencia”, relata Paula de la Cerda, directora social de María Ayuda.
La soledad, el abandono y los malos tratos moldearon la existencia de Pablito, quien ha sentido toda su vida que ningún adulto lo cuida o lo ama, relata Paula. Por esto, el pequeño tiene una relación súper difícil con el entorno. Tiene crisis constantemente y no confía en nadie. Todo el tiempo está probando a los adultos porque cree que no van a cumplir, explica Paula. No confía en otros niños porque para él son todos una amenaza. “Es un niño violento, que pega, y que pierde el control de su cuerpo. Después de las crisis que tiene lo lamenta, pero no sabe qué hacer”, relata.
Estas crisis le vienen hasta tres veces al día y se manifiestan con un descontrol psicomotor. Ante cualquier circunstancia que le gatille el recuerdo de esta experiencia de abandono y soledad, empieza a tener rabia que va en aumento. Pablito no se deja contener, se autoagrede, rompe vidrios, tira cosas, intenta pegarle a otros niños.
De los 730 niños que en promedio atiende María Ayuda, «el 40% tiene algún tipo de trastorno psiquiátrico en general asociado a daño vincular temprano», asegura Paula.
De estos 292 niños y niñas, hay un número reducido que requiere hospitalización psiquiátrica de forma urgente. Sólo este año, 16 menores de edad que viven en alguna de las residencias de María Ayuda han necesitado internación psiquiátrica. Pero sólo 8 de ellos lo han logrado. Entre ellos, Pablito.
La razón es simple. “En el sistema público de salud no hay alternativa para atender en forma permanente o de larga estadía a niños y adolescentes que tengan problemas de salud mental. Salvo casos muy aislados en hospitales donde hay 4 o 5 cupos para atender en urgencia casos ambulatorios”, explica el padre Francisco Pereira, director pastoral de María Ayuda.
“El problema grave que tienen todas las residencias de hogares de menores es que no tienen un lugar donde enviar a los niños que tengan problemas de salud mental, que se manifiestan por ejemplo en crisis. Los hospitales no tienen atención de salud mental en forma permanente. Solo casos de urgencia, como por ejemplo intento de suicidio”, asegura el sacerdote.
Los datos al respecto respaldan su percepción. Las Unidades de Hospitalización de Cuidados Intensivos en Psiquiatría para población infanto adolescente, son unidades clínicas que se ubican en hospitales generales. Sus principales funciones son el diagnóstico, tratamiento y compensación de cuadros psiquiátricos agudos, así como la estabilización de cuadros de trastornos adictivos a drogas. A nivel nacional, según datos entregados por Patricia Godoy, jefa de la Unidad de Salud del Sename, existen sólo 139 camas operativas para corta estadía -entre 60 y 90 días- dentro de estas unidades.
Para los casos que requieren continuar el tratamiento en unidades de medianas estadías -entre 4 y 6 meses- existen apenas 4 camas a nivel nacional, que se encuentran en el Hospital Roberto del Río y que reciben a niños de hasta 14 años.
«Es casi una fantasía creer que vamos a poder entregarle un cupo a un chico que requiere de mediana estadía si además el período de intervención es entre 4 y 6 meses. Estamos hablando que tenemos la posiblidad de que esa unidad atienda alrededor de 35 chiquillos anuales, no más que eso», asegura Patricia Godoy. Y agrega que «lo que existe para las características de nuestros sujetos de atención es bastante insuficiente. Se requieren de dispositivos con una intervención más especializada. Y eso hoy día en Chile no existe».
Lisette, la niña que falleció en abril de 2016 luego de una crisis en el Centro Galvarino del Sename, vivió directamente la falta de espacios para tratarla correctamente. Antes de morir, transitó durante seis años entre su casa y distintos hogares estatales. Nunca tuvo un tratamiento adecuado y sus crisis se hicieron habituales y cada vez más fuertes.
La pequeña pasó por María Ayuda, desde donde fue trasladada “porque la complejidad vincular, emocional, psiquiátrica del caso hacía que en el hogar en el que estaba, que no tenía las condiciones, no fuera el mejor lugar para protegerla y ahí se deriva al CREAD, que es la oferta del Estado de administración directa de Sename que se supone es la de mayor y más alta complejidad, donde se invierte más dinero por niño y se genera una oferta general de sostén y apoyo para los casos más difíciles”, explica Paula de la Cerda.
En 2014, Lisette tuvo que ser internada por un mes en un hospital para ser estabilizada con psicofármacos, tras lo cual continuó recibiendo tres dosis diarias de medicamentos. Como el sistema no da una opción de más largo plazo, la única opción es la estabilización.
La misma solución que ha recibido Pablito.
El abogado de la familia, Sebastián Lafaurie, señala que Lisette “tenía un severo daño mental producto de la vulneración que vivió en su núcleo familiar y en el mismo hogar del Sename. Por eso sufría crisis de pánico”.
Pese a ello, “nunca recibió la ayuda mental necesaria. Ella fue atendida por una psiquiatra, pero sólo le daban pastillas. No hubo una terapia. Y por no recibir una adecuada atención psiquiátrica tuvo una serie de consecuencias: aumentó de pesos, salivaba, no controlaba bien su temperamento. Un conjunto de cosas que le produjo llegar al estado en que estaba”, asegura el abogado.
En el caso de los jóvenes infractores de ley que están en centros privativos de libertad del Sename, la ley de Responsabilidad Adolescente obliga a que existan unidades hospitalarias de cuidado intensivo donde atiendan trastornos mentales. En total existen 26 camas a nivel nacional, lo que también es insuficiente, asegura Godoy.
En el caso de jóvenes con enajenación mental que hayan cometido un delito pero no tienen juicio de realidad de lo ocurrido, «no existen lugares donde tenerlos», asegura la especialista. Por ejemplo en la unidad hospitalaria de de Til Til «tenemos 3 chiquillos enajenados mentales. Hoy Sename no puede asumirlos porque cualquier trabajo que quieras hacer con ellos es insuficiente debido a que tienen un trastorno irreversible en el ámbito de la salud mental, que los hace no susceptibles a cualquier intervención que podamos hacer como Sename. Ellos hoy no tienen un espacio».
SIN RESIDENCIAS ESPECIALIZADAS
La necesidad de contar con residencias especializadas en salud mental para atender a los niños y jóvenes del Sename es urgente.
La jefa de la Unidad de Salud del Sename, Patricia Godoy, reconoce que «es uno de los problemas más graves que tiene el Sename, porque tiene además asociado un contexto que lo hace mucho más crítico».
Pese a lo importante del tema, hay escasos estudios al respecto. Y ni siquiera están actualizados. Según la información que tienen en la institución, existe cerca de 70% de prevalencia de trastornos de salud mental en los niños del Sename, tanto los que se encuentran en programas de protección de derechos como los infractores de ley.
Si se compara con la realidad de los niños y adolescentes que están fuera del Sename, «hablamos que nuestra población tiene alrededor de un 10% más prevalencias de trastornos de salud mental que la población general del mismo grupo etario», detalla Godoy.
La especialista explica que un estudio de la Universidad Católica de 2012, titulado “Estudio Relativo al Diagnóstico y Salud Mental de niños, niñas y adolescentes en el marco del programa Vida Nueva», concluye que dentro de este porcentaje,»existe una alta conducta de riesgo suicida de 45,3%. Y cuando hablamos de niños en programas de infracción ese porcentaje aumenta un poco más».
Godoy precisa que «trastorno de salud mental no es lo mismo que una patología psiquiátrica, ya que un trastorno conductual no es lo mismo que hablar de una esquizofrenia». De hecho, de los menores con trastornos mentales, 9% carga con una patología psiquiátrica como tal.
El psiquiatra infanto juvenil, Juan Andrés Mosca, quien fue coordinador de la Unidad de Salud Mental durante el gobierno de Sebastián Piñera, explica que los problemas mentales que enfrentan los menores del Sename gatillan trastornos de conductas asociados a déficit atencional, agresividad, hiperactividad e inestabilidad emocional, que conllevan en ocasiones un consumo problemático de drogas. También pueden cargar con estrés postraumático, cuadros depresivos o ansiosos, intentos de suicidio y una larga lista.
“No sólo tienen una enfermedad mental, sino que tienen todos estos condicionantes sociales. Por algo están en el Sename. Y todo eso es un agravante para la salud mental. La mayoría tiene 2 o 3 diagnósticos. Son niños que deberían estar en un tratamiento de salud mental de ultra especialidad. No es como para que los vean en un consultorio, requieren un centro de especialidad y muchas veces ni siquiera se detectan estas patologías mentales”, asegura el académico de la Facultad de Medicina de la Universidad San Sebastián.
Para trabajar en esa dirección, mientras estuvo en el ministerio de Salud (Minsal), el psiquiatra se encargó del diseño de un proyecto que creaba dos unidades hospitalarias psiquiátricas de corta y mediana estadía que iban a ser pilotos y que atendería a niños y adolescentes con compromiso psico-social severo, principalmente del Sename, pero abierto también a otros jóvenes. Una estaría en Concepción y otra en Santiago.
Paralelamente, se crearían 10 unidades residenciales, que serían los primeros hogares especializados que incluirían una unidad cerrada para los niños, y otra ambulatoria para sus familia. El proyecto contó con recursos aprobados por el ministerio de Hacienda, asegura Mosca, pero al asumir el gobierno de Michelle Bachelet, “me dijeron que tenían otras prioridades y esas platas fueron reasignadas a fondos hospitalarios”.
Desde Sename reconocen que hubo recursos para este objetivo pero fueron reasignados. El Ministerio de Salud (Minsal) fue consultado sobre este tema pero no dio respuesta.
Actualmente se está impulsando el proyecto piloto residencia de Alta Especialidad, que busca ser un centro de mediana estadía para el 9% de los casos con patologías psiquiátricas duras, que tiene un costo anual de mil millones de pesos. Sename presentó la propuesta que debe ser aprobada por el Congreso en el marco del presupuesto 2018.
Si se aprueba «atendería a unos 35 chicos del área proteccional anualmente en la Región Metropolitana. Es un paso. Esa residencia es lo que el Minsal debería visualizar quizás como una estrategia que hoy viene a descomprimir un poco lo que vivimos en nuestros centros residenciales», asegura la jefa de la Unidad de Salud del Sename.
Pero no es suficiente. Paula de la Cerda piensa que hay una falencia estructural en el sistema: “Hay un problema de visibilizar que la realidad de estos niños exige una priorización del sistema de salud, porque en vista del daño y el sufrimiento por el que han pasado no pueden ser atendidos como cualquier niño. No es población general, es una población especialmente dañada. Por lo tanto debería tener una atención priorizada”.